La Espiritualidad es ese sentimiento que florece en nuestro Ser sin darnos cuenta, todos y cada uno de nosotros nacemos con ella, algunos logran despertarla y cosecharla rápidamente, otros prefieren dejarle de lado, sin embargo en diferentes momentos de nuestras vidas, requerimos y acudimos a ella.
Es la búsqueda del bien común, es la armonía en nuestros corazones, el deseo de la convivencia en sana paz y sana tranquilidad, con la creencia y la certeza de una Fuerza Superior (llámese como se llame a lo largo y ancho del planeta y fuera de el) con un plan perfecto para todos y cada uno de nosotros, es el equilibrio de las energías de nuestros espíritus con todo lo que nos rodea, El Aire, El Fuego, El Agua, La Tierra, El Éter, Los Astros.
Nada mas maravilloso que despertar e irradiarse con la luz esplendorosa de Un Nuevo Amanecer, comenzar el día con pensamientos cargados energeticamente de manera positiva, llenos de Fe, de Amor, de Paz y tranquilidad, mas allá de los problemas y las dificultades que nos aquejan y acompañan; muchas veces juzgamos a Dios por todo lo que nos pasa o porque no alcanzamos las cosas como quisiéramos y cuando queremos, cuando esto sucede debemos recordar que:
"Cuando Dios quita algo de tu camino o cambia tus planes, déjalo actuar porque El siempre sabe lo que hace y porque lo hace. Su tiempo es perfecto y su plan es maravilloso".
Esto me hace recordar una historia que leí hace unos pocos días y que voy a compartir con ustedes:
EL SILENCIO DE DIOS
Cuenta una antigua leyenda noruega, acerca de un hombre llamado Haakon, quien
cuidaba una ermita. A ella acudía la gente a orar con mucha devoción. En esta
ermita había una cruz muy antigua. Muchos acudían ahí para pedirle a Cristo
algún milagro. Un día el ermitaño Haakon quiso pedirle un favor. Lo impulsaba
un sentimiento generoso.
Se arrodilló ante la cruz y dijo: "Señor, quiero padecer por ti. Déjame
ocupar tu puesto. Quiero remplazarte en la Cruz." Y se quedó fijo con la
mirada puesta en la cruz, como esperando la respuesta. El Señor abrió sus
labios y habló. Sus palabras cayeron de lo alto, susurrantes y amonestadoras:
-Siervo mío, accedo a tu deseo, pero ha de ser con una condición.
-¿Cuál Señor?, preguntó con acento suplicante Haakon. ¿Es una condición
difícil? ¡Estoy dispuesto a cumplirla con tu ayuda Señor! respondió el viejo
ermitaño.
- Escucha- dijo Dios-. Suceda lo que suceda y veas lo que veas, has de guardar
silencio siempre.
Haakon contestó: -¡Os lo prometo, Señor!.
Y se efectuó el cambio. Nadie advirtió el trueque. Nadie reconoció al ermitaño,
colgado con los clavos en la Cruz. El Señor ocupaba el puesto de Haakon. Y éste
por largo tiempo cumplió el compromiso. A nadie dijo nada, pero un día, llegó
un rico, después de haber orado, dejó allí olvidada su cartera. Haakon lo vio y
calló. Tampoco dijo nada cuando un pobre, que vino dos horas después, se
apropió de la cartera del rico. Ni tampoco dijo nada cuando un muchacho se postró
ante él poco después para pedirle su gracia antes de emprender un largo viaje.
Pero en ese momento volvió a entrar el rico en busca de la bolsa. Al no
hallarla, pensó que el muchacho se la había apropiado. El rico se volvió al
joven y le dijo iracundo:
- ¡Dame la bolsa que me has robado!
El joven sorprendido replicó:
- ¡No he robado ninguna bolsa!, contestó.
- No mientas, devuélvemela enseguida!, dijo el rico enojado.
- Le repito que no he cogido ninguna bolsa!, volvió a repetir el pobre.
El rico arremetió furioso contra él. Sonó entonces una voz fuerte:
"¡Deténte!"
El rico miró hacia arriba y vio que la imagen le hablaba. Haakon, que no pudo
permanecer en silencio, gritó, defendió al joven, increpó al rico por la falsa
acusación. Este quedó anonadado y salió de la Ermita. El joven salió también
porque tenía prisa para emprender su viaje. Cuándo la ermita quedó a solas,
Cristo se dirigió a su siervo y le dijo:
- Baja de la Cruz. No sirves para ocupar mi puesto. No haz sabido guardar
silencio.
- Señor, ¿cómo iba a permitir esa injusticia?
Se cambiaron los oficios, Jesús ocupó la Cruz de nuevo y el ermitaño se quedó
ante la cruz. El Señor, siguió hablando:
-Tú no sabías que al rico le convenía perder la bolsa, pues llevaba en ella el
precio de la virginidad de una joven mujer. El pobre, por el contrario, tenía
necesidad de ese dinero e hizo bien en llevárselo; en cuanto al muchacho que
iba a ser golpeado, sus heridas le hubiesen impedido realizar el viaje que para
él resultaría fatal. Ahora, hace unos minutos acaba de zozobrar el barco y él
ha perdido la vida. Tú no sabías nada. Yo sí sé. Por eso callo.
Y el señor nuevamente guardó silencio. Muchas veces nos preguntamos por qué
razón Dios no nos contesta. ¿Por qué razón se queda callado Dios? Muchos de
nosotros quisiéramos que Él nos respondiera lo que deseamos oír, pero Dios no
es así. Dios nos responde aún con el silencio. Debemos aprender a escucharlo.
Su Divino Silencio, son palabras destinadas a convencernos de que, Él sabe lo
que está haciendo. En su silencio nos dice con amor: ¡¡¡¡Confiad en mí, que sé
bien lo que debo hacer!!!!
Es triste ver los niveles de intolerancia de nuestros días en la sociedad, Amigos, Familiares o desconocidos sumidos en la rabia, el odio, la envidia, ojala tomaran parte de su tiempo y lo dedicaran a si mismos, que ricos serían, pero no ricos de dinero, que pareciese fuese el bien mas preciado hoy día, de que nos serviría tener los bolsillos llenos de billetes y nuestros corazones vacíos y oscuros.
En la humildad y las carencias es que verdaderamente aprendemos a valorar el significado de la Vida. Diariamente vemos personas con diferentes Discapacidades, con una visión de la vida ejemplar, con unos anhelos de afrentar y salir adelante impresionantes a pesar de la adversidad y muchos que gozamos de buena salud, gracias a Dios Bendito sin embargo sumidos y postrados, faltos de energía y fuerza espiritual para salir adelante.
Feliz Día para todos.....
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